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Un preso del corredor de la muerte en espera de ejecución, pidió como último deseo lápiz y papel.
Después de escribir durante varios minutos, el convicto llamó al guardia de la prisión y le pidió que le entregara esta carta a su madre biológica.
La carta decía:
Madre, si hubiera más justicia en este mundo, nos ejecutarían a los dos y no solo a mí. Eres tan culpable como yo por la vida que llevé.
¿Te recuerdas cuando robé y traje a casa la bicicleta de un chico como yo?
Me ayudaste a esconder la bicicleta porque mi padre no la vio.
¿Recuerdas la vez que robé dinero de la billetera del vecino?
Fuiste conmigo al centro comercial a gastarlo.
¿Recuerdas cuando discutí con mi padre y se fue?
Solo quería corregirme porque le robé el resultado final de la competición y por eso me habían expulsado.
Mamá, yo era solo un niño, poco después de convertirme en un adolescente con problemas y ahora soy un hombre bastante criminal.
Mamá, yo era solo un niño que necesitaba corrección y no aprobación.
¡Pero te perdono!
Solo quiero que esta carta llegue a la mayor cantidad de padres del mundo, para que sepan qué hace que todas las personas, buenas o malas, sea la educación.
Gracias mamá por darme la vida y también ayudarme a perderla,
Su niño delincuente.
REFLEXIÓN:
“El que perdona la vara odia a su hijo,
Pero el que lo ama, prontamente lo disciplina ”(Proverbios 13: 24).