Ricardo Estévez Carmona – Lomas de Solymar – 1er. Semestre del 2002
Es interesante mirar las 111 frecuencias que en 106 versículos en nuestra RV-1960 aparece la palabra “evangelio”.
El Señor Jesús primero; luego sus apóstoles; y finalmente todos los discípulos de la iglesia en Jerusalem que fueron esparcidos: “iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hch. 8:4). ¿Es lo mismo hoy?
Mateo 4:
23Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24Y se difundió su fama
Este expresión nos escudriña profundamente: ¿cuál fama hoy día comúnmente trasciende? ¿La del Señor Jesucristo o la del evangelista que
lo predica? Hace esto acordar a la vieja anécdota de aquellos tres amigos londinenses que se encuentran al final de un domingo para intercambiar impresiones sobre las distintas predicaciones que escucharon en sus respectivos lugares de reunión:
Dice admirado el primero: -¡Qué gran predicador!
El segundo, embelesado: -¡Qué estupendo sermón!
El tercero, como adorando: -¡Qué maravilloso Salvador!
Se dice de este último que había ido al Tabernáculo Metropolitano a oír a Spurgeon.
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