Tomado de, EL FIN DEL CATOLICISMO ROMANO Capítulo 3
LA IGLESIA CATÓLICA Y EL PERDÓN DE PECADOS
Por Danny Totocayo
El catecismo católico dice que pueden perdonar pecados. «No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar» (p. 285, #982). «Por voluntad de Cristo, la Iglesia posee el poder de perdonar los pecados de los bautizados…» (p. 286, #986). «Por medio del obispo y de sus presbíteros, la Iglesia en nombre de Jesucristo concede el perdón de los pecados» (p. 414, #1448). “Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: «El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: «Tus pecados están perdonados» (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre” (CIC. N°1441).
El Catecismo católico dice: “Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: «A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, «el Buen Pastor» (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-17). El poder de «atar y desatar» significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino” (CIC. N° 553).
“Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2 Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (CIC. N° 1461).
“Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos (cf CIC, can. 1331; CCEO, can. 1431. 1434), y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, al Papa, al obispo del lugar, o a sacerdotes autorizados por ellos (cf CIC can. 1354-1357; CCEO can. 1420). En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado (cf CIC can. 976; para la absolución de los pecados, CCEO can. 725) y de toda excomunión” (CIX. N° 1463).
El catolicismo sostiene que un pecador debe hacer confesión auricular (del latín auricula, “oído externo”) es decir “confesión hecha a oídos del sacerdote en privado”. Y supone que el sacerdote le perdonara.
Algunas observaciones:
1. El catolicismo reconoce que “solo Dios perdona los pecados” como dice el catecismo, pero también supone que Jesús confiere este poder a los hombres de Dios. Esta es una contradicción. Si solo Dios perdona, entonces los hombres no pueden perdonar los pecados que no han sido cometidos contra ellos.
Un tratado católico titulado, «Como Hacer Un Acto De Contrición Perfecta» contradice la doctrina católica, cuando declara: “El San Tomás en su Suma de la teología claramente explica la enseñanza de la Iglesia sobre la contrición perfecta. Cuando una persona hace un acto de contrición perfecta, al instante, aún antes de irse a la confesión, se perdona pecado mortal, la gracia santificadora se restaura en el alma, y con ella se restaura la amistad de Dios”.
2. ¿Cómo pueden decir los sacerdotes católicos, “te perdono” si nadie sabe lo que hay en el corazón de una persona? Solo Dios puede perdonar nadie más. La Biblia nos enseña que quien perdona nuestros pecados es Dios. David dijo: “Mi pecado te declaré… Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmos 32:5).Si David no necesito a alguien que le dijera: “te perdono tus pecados…”, entonces la iglesia de Cristo tampoco.
3. Pedro no pudo perdonar pecados, ya que cuando Simón el mago pecó, Pedro le dijo: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hechos 8:22).
4. No decimos que los pecados no deban confesarse. Pero no podemos perdonar a nadie a menos que el pecado sea contra el testimonio de la iglesia, o de uno. Cuando una persona peca y no afecta el testimonio de la iglesia, puede pedir perdón a Dios de todo corazón y ser perdonado.
David recibió perdón sin haber tenido que confesar sus pecados a los hombres. David declaro: “Mi pecado te declaré… Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmos 32:5).
Daniel había comprendido bien esto cuando dijo: “De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar…” (Daniel 9:9). “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Cuando los Ninivitas se arrepintieron, Dios le perdono sin necesidad de que ellos confesaran sus pecados a Jonás. Jonás tampoco les declaro perdón. Pudo haberlo hecho y no estaba mal hacerlo; pero no lo hizo. No necesitaba hacerlo. Pero resulta gracioso suponer que Nínive aunque arrepentida necesitara de que Jonás les dijera, “les absuelvo de sus pecados”.
Ningún apóstol o pastor en el libro de los Hechos dijo: “Te perdono tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, porque nunca entendieron que ellos lo harían en el sentido que la ICAR lo entiende.
Los cristianos no decimos que los recién convertidos no deban confesar sus pecados. ¿Por qué prohibirlos? El asunto es que no podemos perdonar a los que confiesan sus pecados porque no somos ni El Padre, ni El Hijo, ni El Espíritu Santo.
5. ¿Para qué rogaría una persona a Dios por perdón, si después de todo no lo recibe hasta que un sacerdote le dice, “Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”?
6. ¿Qué pasaría si algún sacerdote católico dice que quiere retener los pecados a un católico que se ha “arrepentido” de todo su corazón? ¿Sera condenado?
Una vez, un joven de 17 años, fue al sacerdote para confesar que había “tocado el pecho de una chica”, a lo que el sacerdote rechazó darle la absolución. El joven enojado le dijo al sacerdote que, “no tiene ninguna autoridad para decirme que mis pecados no pueden ser perdonados”.
7. El perdón eclesiástico si es válido, solo en ciertos casos. El perdón eclesiástico si es bíblico. La iglesia de Corinto perdono a un fornicario, porque este peco contra el testimonio de la iglesia. Después la iglesia debía de perdonarle. Pablo dice: “Y al que vosotros perdonareis, yo también” (2 Corintios 2:10). Pablo como parte de la iglesia perdono a este hombre por la misma razón.
8. No hay consenso unánime de los “Padres apostólicos” sobre la confesión auricular y el perdón del sacerdote.
Agustín de Hipona reconoce: “Yo confesaré mis pecados a mi Dios; y él me perdonará todas las iniquidades de mi corazón. No es con la boca, sino únicamente con el corazón, como esta confesión ha de hacerse. No he abierto yo aún mi boca para confesar los pecados y ya están perdonados: porque Dios ha oído verdaderamente la voz de mi corazón” (Agustín, Homilía sobre el Salmo 31).
Agustín en otro sermón dice: “¿Por qué iría yo a exponer a los hombres las llagas de mi alma? Es el Espíritu Santo el que remite los pecados; el hombre no puede hacerlo porque tiene necesidad de médico de la misma manera que aquel que en él busca remedio. Y si me dices: ¿cómo se realiza la promesa que Cristo hizo a los apóstoles: «todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en los cielos»?, contesto que el Señor prometió enviar su Espíritu, por el cual deberían ser remitidos los pecados. Es su Espíritu que Él envía, y no vosotros sus siervos. Ahora bien, el Espíritu Santo es Dios; y, por lo tanto, es Dios quien remite los pecados y no vosotros” (Agustín, sermón 99, De Verb. Evang. Lucas 7).
Nestóreo declaro: “No les pedimos a ustedes que vayan y confiesen sus iniquidades a un hombre pecaminoso para perdón, sino solamente a Dios” (“El Sacerdote, La Mujer Y El Confesionario”. Chiniquy. Pág. 179).
Juan Crisóstomo afirma: “Así, yo os suplico y os conjuro a confesar vuestros pecados a Dios constantemente. Yo no os demando, de ninguna manera, que confeséis vuestros pecados a los hombres: es a Dios a quien debéis mostrar las llagas de vuestra alma, y de quien solamente debéis esperar la curación. Id a Él, no os rechazará, Él lo conoce todo” (Homilía V, sobre la naturaleza incomprensible de Dios. Vol. I, pág. 490).
“Confesad vuestros pecados todos los días en vuestra oración…; ¿qué puede hacernos dudar de obrar así? Yo no os demando el ir a confesar a un hombre pecador como vosotros que podría despreciaros si le contaseis vuestras faltas; mas condesadlas a Dios, que puede perdonarlas” (Homilía sobre el Salmo 1).
San Basil, en su Comentario del Salmos 37 escribe: “No he venido ante el mundo para hacer una confesión con mis labios. Sino que cierro mis ojos, y confieso mis pecados en el secreto de mi corazón. Ante ti, oh Dios, desahogo mis suspiros, y solo tú eres el testigo. Mis gemidos están dentro de mi alma. No hay ninguna necesidad de muchas palabras para confesar: el lamento y la pena son la mejor confesión. Sí, los lamentos del alma, los cuales te complace oír, son la mejor confesión” (El Sacerdote, la Mujer y el Confesionario, Chiniquy, 115).
9. La práctica de la confesión auricular es doctrina pagana. Chiniquy ve las semejanzas de la confesión auricular a la luz del Romanismo: “Permita que aquellos que quieren más información sobre aquel tema lean los poemas de Juvenal, Propertius, y Tibellus. Permítales leer detenidamente a todos los historiadores de la antigua Roma, y ellos verán el parecido perfecto que existe entre los sacerdotes del Papa y aquellos de Backus, en referencia a los votos de celibato, los secretos de la confesión auricular, la celebración de los llamados “misterios sagrados”, y la indecible corrupción moral de los dos sistemas religiosos. De hecho, cuando uno lee los poemas de Juvenal, él piensa que tiene ante sí los libros de Den, Liguori, Lebreyne, y Kenric” (El Sacerdote, la Mujer y el Confesionario, Chiniquy, 140).
Karlheinz Deschner dice: “En algunos cultos de misterios se le comentaban las culpas al sacerdote como representante de la divinidad, para liberarse así de las consecuencias” (Der gefälschte Glaube [El Credo falsificado]. Pág. 114).
10. Los sacerdotes animan a cometer pecado. En el Manual de Teología Moral I, por Slater, en las páginas 201 y 202, leemos: «Si yo (un sacerdote) sé que alguien ha decidido cometer pecado, y no hay ningún otro modo de prevenirle, puedo inducirle legítimamente a satisfacerse con una ofensa menos grave a Dios, que la que estaba resuelto a realizar. Y así, si un hombre estuviera decidido a cometer adulterio, no hago nada moralmente incorrecto, sino todo lo contrario, persuadiéndole a realizar fornicación en lugar de adulterar”.
11. Un sacerdote fornicario, puede absolver de pecados. Tomás de Aquino dijo: “… un sacerdote podría participar en un pecado cometido por sus feligreses, p. ej. Conocer [carnalmente] a una mujer que es su feligresa… Si de todas formas, él la absolviera, sería válido” (Summa Theologica, Parte III, Número Cuatro, páginas 274, 276).
El obispo Fulton J. Sheen dijo: “La Iglesia pide que un sacerdote que exonera a un penitente debe estar en estado de gracia. Esto no significa, sin embargo, que un sacerdote en el estado del pecado mortal no poseería el poder de perdonar pecados o que cuando lo ejerza no será eficaz para el penitente” (Paz del Alma, Obispo Fulton J. Sheen, 136; 1949; McGraw Hillbook Co. Nueva York).
12. Si un sacerdote católico no absuelve pecados a los arrepentidos, puede causar destrucción. El exsacerdote católico, Charles Chiniquy relata el testimonio de una joven que entró en su confesionario, y con lágrimas comenzó a hablar. Su testimonio es como sigue:
“Querido Padre… Soy una gran pecadora desesperada. ¡Oh! ¡Temo que me he perdido! ¡Pero si todavía hay una esperanza para mí de ser salva, por amor de Dios, no me reproche! Antes de que comience mi confesión, permítame que le pida no contaminar mis oídos con las preguntas que nuestros confesores acostumbran poner a sus penitentes femeninas, ya que he sido destruida por aquellas preguntas. Antes de que tuviera diecisiete años de edad, Dios sabe que Sus ángeles no son más puros que lo que yo era; pero el capellán del Convento de monjas donde mis padres me habían enviado para educarme, aunque se acercaba a la vejez, me puso en el confesionario, una pregunta que al principio no entendí; pero lamentablemente, él había hecho las mismas preguntas a una de mis compañeras de clase, quien se burló de ellas en mi presencia, y me las explicó, ya que ella las entendió bastante bien. Esta primera conversación impura de mi vida, sumergió mis pensamientos en un mar de iniquidad, hasta entonces absolutamente desconocido para mí; tentaciones del carácter más humillante me atacaron durante una semana, día y noche, después de lo cual, pecados que yo borraría con mi sangre si fuera posible, inundaron mi alma como con un diluvio. Pero las alegrías del pecador son cortas. Golpeada con el terror de pensar en los juicios de Dios, después de semanas de llevar la vida más deplorable, determiné dejar mis pecados y reconciliarme con Dios. Cubierta de vergüenza y temblando de pies a cabeza, fui para confesarme con mi viejo confesor, que respetaba como a un santo y apreciaba como un padre. Con lágrimas sinceras de arrepentimiento, le confesé la mayor parte de mis pecados, aunque yo ocultara uno de ellos, por vergüenza, y respeto a mi guía espiritual. Pero no le oculté que las preguntas extrañas que él me había puesto en mi última confesión, eran, junto a la corrupción natural de mi corazón, la causa principal de mi destrucción. Él me habló muy amablemente, me animó a luchar contra mis malas inclinaciones, y, al principio, me dio un consejo muy bueno y amable. Pero cuando pensé que él había terminado de hablar, y cuando ya me disponía a dejar el confesionario, él me puso dos nuevas preguntas de tal carácter de contaminación, que temo que ni la sangre de Cristo, ni todos los fuegos del infierno serían capaces de borrarlos de mi memoria. Aquellas preguntas han conseguido mi ruina, ellas se han pegado a mi mente como dos flechas mortales, están día y noche ante mi imaginación, y llenan mis arterias y mis venas con un veneno mortal. Es verdad que al principio, me llenaron de horror y repugnancia, ¡Pero qué desgracia! Pronto me acostumbré tanto a ellas que pareció que se incorporaron a mi, como si se volvieran una segunda naturaleza. Aquellos pensamientos se han hecho una nueva fuente de pensamientos, deseos y acciones criminales innumerables. Un mes más tarde, fuimos obligados por las reglas de nuestro convento a ir y confesarnos, pero para esta ocasión, estaba tan completamente perdida, que ya no me sonrojé con la idea de confesar mis pecados más vergonzosos a un hombre; era todo lo contrario. Yo tenía verdadero y diabólico placer al pensar que debía tener una larga conversación con mi confesor sobre aquellos asuntos, y que él me haría más de sus preguntas extrañas. ¡De hecho, cuándo yo le había dicho todo sin ruborizarme, él comenzó a interrogarme, y Dios sabe qué cosas tan corrompidas salieron de sus labios a mi pobre corazón criminal! Cada una de sus preguntas excitaba mis nervios, y me llenaban con las sensaciones más vergonzosas. Después de una hora de esta criminal conversación a solas con mi viejo confesor (porque aquello no era más que una criminal conversación a solas), percibí que él era tan depravado como yo. Con algunas palabras encubiertas, él me hizo una proposición criminal, que acepté con palabras encubiertas también; y durante más de un año, hemos vivido juntos en la intimidad más pecadora. Aunque él era mucho más viejo que yo, le amé del modo más estúpido. Cuando el tiempo de mi educación de convento terminó, mis padres me llamaron de vuelta a su casa. Yo estaba realmente contenta del cambio de residencia, ya que comenzaba a cansarme de mi vida criminal. Mi esperanza consistía en que, bajo la dirección de un mejor confesor, yo podría reconciliarme con Dios y comenzar una vida cristiana. Lamentablemente para mí, mi nuevo confesor, que era muy joven, también comenzó con sus interrogaciones. Él pronto se enamoró de mí, y le amé del modo más criminal. He hecho con él cosas que espero que usted nunca pida que le revele, ya que son demasiado monstruosas para ser repetidas por una mujer a un hombre, hasta en el confesionario. No digo estas cosas para quitar de mis hombros la responsabilidad de mis iniquidades con este joven confesor, ya que pienso que he sido más criminal que él. Es mi firme convicción que él era un sacerdote bueno y santo antes de que me conociera, pero las preguntas que me hizo, y las respuestas que tuve que darle derritieron su corazón –estoy segura-. Sé que esto no es una confesión tan detallada como nuestra santa Iglesia requiere que yo haga, pero he pensado que me es necesario hacerle esta corta historia, de la vida de la más grande y miserable pecadora que alguna vez le pidió ayudar para salir de la tumba de sus iniquidades. Esta es la forma en que he vivido estos últimos años. Pero el sábado pasado, Dios, en su piedad infinita, me miró. Él le inspiró a darnos al Hijo Pródigo como un modelo de la conversión verdadera, y como la prueba más maravillosa de la compasión infinita del amado Salvador para el pecador. He llorado día y noche desde aquel día feliz, cuando me lancé en los brazos de mi amado Padre misericordioso. Incluso ahora, apenas puedo hablar, porque mi lamento por mis iniquidades pasadas, y mi alegría que me permiten bañar los pies del Salvador con lágrimas, es tan grande que mi voz se atasca. Usted entiende que he dejado para siempre a mi último confesor. Vengo para pedirle que me haga el favor de recibirme entre su penitentes. ¡Oh! ¡No me rechace, ni me reproche, en nombre del querido Salvador! ¡No tenga miedo de tener a su lado tal monstruo de iniquidad! Pero antes de seguir, tengo dos favores que pedirle. El primero es, que usted nunca hará nada para averiguar mi nombre; el segundo es, que usted nunca me hará ninguna de aquellas preguntas por las cuales tantos penitentes están perdidos y tantos sacerdotes destruidos. Dos veces me he perdido por aquellas preguntas. Venimos a nuestros confesores buscando que ellos lancen sobre nuestras almas culpables, las aguas puras que fluyen del cielo para purificarnos; pero en vez de esto, con sus preguntas prohibidas, ellos vierten aceite en las llamas que ya ardían en nuestros pobres corazones pecadores”.
Chiniquy no concedió su petición de no oír su confesión y absolverla de sus pecados porque estaría yendo en contra de la doctrina romana. La joven se fue diciendo entre sollozos: “¡Oh mi Dios, entonces estoy perdida, perdida para siempre!”
La joven cayó al suelo, y Chiniquy la llevó a casa de su padre. Pero ella tuvo un sueño, en la cual ella dice que Jesus la perdono. Dejemos que nos relate su sueño: “Mi Jesús vino a mí; Él sangraba; Su corona de espinas estaba en Su cabeza, la cruz pesada magullaba sus hombros. Él me dijo, con una voz tan dulce que ninguna lengua humana la puede imitar, “he visto tus lágrimas, he oído tu clamor, y conozco tu amor por Mí; tus pecados son perdonados; sé valiente; ¡en unos días estarás conmigo!””
Después de unas semanas Chiniquy animaba a esta joven a confesarse, pero esta estaba en paz. Había sido perdonada. Clamo: “¡Él me ha amado tanto que murió por mis pecados!” Ante la insistencia de Chiniquy para que confesara sus pecados, ella respondió: “¿Es verdad que después del pecado de Adán y Eva, Dios mismo hizo abrigos de pieles, y los vistió para que ellos no pudieran ver la desnudez del otro? ¿Cómo es posible que nuestros confesores se atrevan a quitarnos ese santo y divino abrigo de modestia y amor propio?”
La joven, murió y se fue con El Señor. Estaba en paz indecible. No necesitó del perdón del sacerdote.
Refutación a los argumentos a favor del perdón por parte de los sacerdotes
Primer argumento: Juan 20:23 enseña que los sacerdotes pueden perdonar pecados que no se han cometido contra ellos. Veamos que dice: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”. Y en Mateo 16:19 vemos que El Señor Jesús le dio a Pedro el poder de “Atar y desatar”.
Respuesta:
1. Basándose en este verso, los católicos aseguran que Dios les dio a los apóstoles la autoridad de perdonar los pecados, y que esa autoridad fue legada a los sucesores de los apóstoles, entiéndase por ello, a los obispos y sacerdotes de la Iglesia Católica Romana. Pero los sacerdotes católicos no pueden perdonar pecados que no se han cometido contra ellos.
Una explicación sencilla es que sino perdonamos a quienes nos ofenden no serán perdonados sus delitos y pagaran las consecuencias. Por ejemplo, si alguien calumnia al pastor de ser polígamo, y encima le roba dinero, el pastor puede tomar la decisión de no perdonarlo y denunciarlo hasta que pague por su calumnia y por el dinero que tomo. Pero también puede tomar la decisión de perdonarle y no hacerle pagar por su mal.
Otra explicación seria que “perdonar los pecados” no tiene un significado literal.Su significado figurado seria que los apóstoles pueden “declarar perdón” a quienes han creído y se han arrepentido de todo corazón de sus pecados.
“Perdonar los pecados” no significaría perdonarle literalmente, ya que si así fuese, un líder eclesiástico podría no perdonar a una persona que se ha arrepentido, y este se quedaría sin perdón e iría al fuego eterno por culpa del líder, lo cual resulta absurdo. Aunque cabe en la mente de los apologistas católicos.
Perdonar aquí, no podría tener un significado literal como no puede tener un significado literal, el que tengamos que aborrecer (Lucas 14:26) a nuestros familiares para seguir a Jesús. Ningún católico supone que Jesús nuestro Señor, con la orden de aborrecer a nuestros familiares está queriendo decir que los odiemos literalmente, sino solo que los amemos menos. De la misma manera ningún católico debe suponer que los obispos o pastores con la orden de perdonar, lo hagamos literalmente. Lo único que podemos hacer es declararles el perdón que Dios les concede por arrepentirse y creer en Cristo.
Perdonar en Juan 20:23 no puede ser tomado de manera literal porque muchos de los pecados que la gente ha cometido no han sido contra los líderes eclesiásticos, sino contra Dios.
Perdonar no puede ser tomado de manera literal en Juan 20:23, como no puede tener un significado literal el que Dios odie la lengua mentirosa hecha de músculos y tejidos.
Perdonar no puede ser tomado de manera literal en este pasaje como no puede tomarse de manera literal que los cristianos salvamos o cubramos los pecados de los pecadores, ya que lo que hacemos es predicar el mensaje de salvación. Los cristianos solo somos instrumentos para predicar el evangelio de salvación y asi las personas puedan encontrar el perdón de Cristo.
Judas dice: “22 A algunos que dudan, convencedlos, a otros, salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por la carne” (Judas 1:22-23). ¿Pero quién supone que un cristiano salve a otro arrebatandole del fuego? “Salvar” aquí significa anunciar el evangelio. ¿Acaso al pecador cuando le predicamos lo estamos arrebatando literalmente del fuego? No, lo que hacemos solo es anunciar el evangelio de salvación. El único que salva es Jesús. El mismo catecismo católico reconoce: “Él es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cf. Jn 3, 18; Hch 2, 21)” (Primera parte. La profesión de la fe. 432. CIC).
Santiago también dice: “sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:20).¿Quién supone que nosotros salvaremos y cubriremos multitud de pecados? Esto obviamente lo hace Dios, no el sacerdote católico, ni el pastor cristiano.
Perdonar en Juan 20:23 solo puede tener un significado figurado. Como dije su significado seria “declarar perdón” a aquellos que se arrepintieron y pusieron su fe en Cristo.
Jason Hauser dice: “La correcta comprensión de Juan 20:23 sería reconocer que Jesús no se opone al tema en el resto de las Escrituras de que sólo Dios perdona los pecados, sino que con audacia pueden declarar que los que verdaderamente se arrepienten y creen el evangelio, sus pecados serán perdonados por Dios y los que rechazan a Cristo morirán en sus pecados (Jn 8:24; Heb 10:26-27)” (Jason Hauser. ¿Puede un sacerdote perdonar pecados? https://evangelio.wordpress.com/2013/03/16/puede-un-sacerdote-perdonar-pecados/).
Anwar Tapias Lakatt dice: “Regresando a la cita de Jn 20, 23 es interesante que Cristo mencione que la sentencia de perdón o retención se ratifica es con la pronunciación de los Apóstoles. Es decir, es necesaria la proclamación de los Apóstoles para que el pecado sea perdonado; dicho de otra forma, si los Apóstoles no ejercen el perdón recibido de Cristo, los pecados no son perdonados. Esto muestra que no bastaba sólo con pedirle perdón a Dios, lo cual es un requisito indispensable en el Sacramento, era necesario confesarlo a un Apóstol para que fuera perdonado” (La Confesión. ¿Quién perdona los pecados el hombre o Dios? ¿Para qué se necesita al Sacerdote?).
¿Cómo sabe Anwar Tapias que si alguien se ha arrepentido y ha creído en Cristo, no recibe perdón hasta que los apóstoles “ejercen el perdón recibido de Cristo”?
Anwar Tapias no puede demostrar que los que se han arrepentido y han creído en Cristo no son “perdonados” hasta que alguien les absuelva.
Cuando Jesús, nuestro Señor dice: “y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” no está diciendo que a los arrepentidos se les puede retener sus pecados. Él está haciendo referencia a aquellos que no creen en Cristo ni se arrepienten, ya que los arrepentidos reciben perdón de Dios sin que nadie les absuelva sus pecados como lo prueba David, el salmista, cuando dice: “Mi pecado te declaré… Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmos 32:5). David no necesito a alguien que le dijera, “te perdono tus pecados…” para ser perdonado. Así también los que se arrepienten de todo corazón no necesitan de un sacerdote para que les perdone sus pecados. Ellos ya son perdonados por haberse arrepentido.
¿Cómo puede pensar Anwar Tapias que un hombre arrepentido ira al fuego eterno solo porque un sacerdote no le perdona?
El problema de Anwar Tapias es que supone que el destino de una persona ya no depende del que recibe la gracia de Dios, sino de la decisión del sacerdote. Pero Daniel había comprendido bien que solo de Dios es el perdonar, cuando dijo: “De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar…” (Daniel 9:9).Si solo de Dios es el perdonar, entonces a los pastores u obispos no se les delego el poder para perdonar. Puesto que perdonar es solo de Dios, el perdón de pecados de un arrepentido no depende de que un sacerdote diga, “te absuelvo tus pecados”.
“Perdonar” en Juan 20:23 por tal motivo no tiene un significado literal, sino figurado. Su significado seria, “declarar perdón” a los que se han arrepentido.
Un tratado católico titulado, «Como Hacer Un Acto De Contrición Perfecta» se ve en la obligación de reconocer que, “Cuando una persona hace un acto de contrición perfecta, al instante, aún antes de irse a la confesión, se perdona pecado mortal”.
2. En Mateo 16:19 leemos: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
Este pasaje no dice que Pedro puede perdonar los pecados. Atar y desatar tiene varios significados. En la literatura judía, atar significaba, prohibir reglamentos y desatar significaba permitir actividades o reglamentos.
En Mateo 18 atar y desatar significan al parecer “disciplinar” y “perdonar”. Mateo dice: “15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:15-18).
Sin embargo, si atar y desatar en Mateo 16:19 significa “disciplinar” y “perdonar” como parece ser en Mateo 18 ¿Qué puede hacer un pastor?
Perdonar al hermano por el mal testimonio. Porque por el pecado de uno, el testimonio de la iglesia es afectada. Si su pecado fuera oculto y nadie se enterara, el pastor no tiene de que perdonarle.
En el caso de que un inconverso se arrepintiera y creyera en Jesús, entonces igualmente el pastor debe perdonarle por todos los pecados que el inconverso puede haber cometido, como por ejemplo, hablar mal de los pastores y de la iglesia. Nada sugiere que en Mateo 16:19 o Juan 20:23 se esté hablando de perdonar a alguien que no ha pecado contra uno. Solo Dios puede perdonar esos pecados. Lucas relata: “20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. 21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? 22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” (Lucas 5:20-24).
El Señor Jesús dejo claro porque Él si podía perdonar pecados. Veamos, los escribas y fariseos se escandalizaron porque Jesús le dice al paralitico “tus pecados te son perdonados”. Ellos sabían que solo Dios podía perdonar pecados. Por lo que no podían aceptar que Jesús perdonara al paralitico. Ellos fallaron en no comprender que Jesús es Dios.
¿Cómo demuestra que Él tiene potestad para perdonar pecados?
Por medio de un milagro hecho por El, ya que esto probada su deidad. El Señor Jesús le dijo al paralitico: “A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
Los apóstoles también hicieron milagros, pero por gracia. Jesús lo hizo porque Él podía hacerlo sin necesidad de nadie. ¿Cómo probaría Jesús que podía perdonar pecados? ¿Porque recibió un don de milagros? No, esto sería absurdo. Solo podría probarlo porque hizo un milagro por su propio poder.
Puesto que los pastores o líderes eclesiásticos no pueden hacer milagros por su propio poder, porque no son Dios, no pueden perdonar pecados que no han sido cometidos contra ellos. Por lo tanto, Mateo 16:19 o Juan 20:23 no son pasajes que puedan usarse para demostrar que los sacerdotes pueden perdonar pecados que no han sido cometidos contra ellos.
Segundo argumento: Después de que el rey David ordenara asesinar a Urías y se arrepintiera Natán le perdono (2 Samuel 12:13).
Respuesta:
No, no es cierto que Natán le perdono. Natán le anuncio que Dios ya lo había perdonado. Natán le dijo: “El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás” (2 Samuel 12:13).
Natán dice a David que su pecado ha sido borrado y que no morirá; pero Natán mismo no le perdona. Natán sabe que Dios borro el pecado de David porque Él se lo revelo; pero al cura católico Dios no le revela nada como para que sepa quien se arrepintió y quien no se arrepintió. Y aun si un cura supiera si alguien se ha arrepentido o no, igualmente, el no perdona. Solo declara que el que se ha arrepentido, recibe perdón de Dios mismo.
Anwar Tapias Lakatt dice: “Para la confesión, el sacerdote es quien transmite el perdón de Dios, no el quien perdona como hombre” (La Confesión. ¿Quién perdona los pecados el hombre o Dios? ¿Para qué se necesita al Sacerdote?).
No estamos en contra de que un pastor declare que el que se arrepiente de sus pecados recibe el perdón de sus pecados. Tampoco estamos en contra de ser francos y claros al decir a aquellos que no se arrepienten que sus pecados no están perdonados por Dios e irán al castigo eterno. Lo que rechazamos es que, si un pastor no declara que Dios perdono a los arrepentidos, entonces estos irán al fuego eterno. También rechazamos que tengamos que perdonar literalmente a los arrepentidos.
Este mismo apologista católico reconoce que no es el hombre quien perdona, sino quien transmite el perdón que Dios ya dio.
¿Puede decir este apologista que el perdón de Dios solo se ha efectuado en el momento que un pastor u obispo lo ha declarado? No, no puede. Cuando Natán anuncia el perdón de Dios a David, le dice que eso se realizó. No le dice: “estas perdonado desde el momento que te absuelvo”.
Tercer argumento: Somos embajadores de Cristo, por lo tanto, debemos perdonar. Pablo en 2 Corintios dice: “El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios” (2 Cor 5:17-20).
Respuesta:
1. El hecho de que Dios haya confiado el ministerio de reconciliación, no significa que uno pueda perdonar, sino que uno debe anunciar y exhortar a los hombres con suplicas: “Déjense reconciliar con Dios”. Pablo no dice: “Reconcíliense con Dios; pero sepan que si decido no absolverles sus pecados, irán al fuego eterno”.
2. Dios delega autoridad para predicar el evangelio (el ministerio de la reconciliación), no para perdonar a alguien por pecados que no ha cometido contra uno.
3. Cuando uno se ha arrepentido de todo corazón sabe que Dios le ha perdonado, no tiene duda. No espera a que un obispo le diga: “Te absuelvo tus pecados”.