Todos los seres humanos, diariamente pasamos por circunstancias adversas, momentos dolorosos en nuestra vida que nos llevan a asumir que nada tiene sentido, y en ocasiones creemos que solo hemos venido a este mundo a sufrir y llegamos a pensar que la vida es muy dura. (Romanos 8:18).
Cuando lo que Dios no tiene sentido, pero tiene un propósito
Solemos creer que cuando alguien se acerca a Dios todos sus problemas desaparecen de repente, pero no es así; porque nadie está exento de pasar por una tragedia como una enfermedad, la pérdida de un ser querido, experimentar un desastre natural, perder la libertad o incluso haber sido agredido física o verbalmente.
El dolor y el sufrimiento que nos pueden causar las circunstancias vividas en el pasado nos puede hundir y hacernos creer que Dios nos ha dejado solos y que él es la causa de todas nuestras desgracias. Incluso puedes preguntarte: ¿por qué me pasó a mí? ¿Qué hice para merecer esto?
La verdad es que nadie es culpable de las cosas malas que te pasan; incluso Dios nos advirtió en su palabra que tendríamos días malos (Juan 16:33) pero que debemos confiar en Él; porque ya ha vencido al mundo. Cuando algo pasa en nuestra vida es porque tenía que ser así. Por muy duro que parezca, no podemos culpar a Dios por lo que nos sucede. ¿Recibiremos de Dios lo bueno y no lo malo? (Trabajo 2:10).
Las cicatrices que tienes en tu corazón son la demostración de que, aunque el proceso ha dolido, Dios ha estado ahí aplicándote el ungüento necesario para que sanes, y aunque has pasado por el valle de sombra de muerte, no estabas solo, pero estaban en los brazos de tu Padre (Salmo 23: 4).
Quizás estás atravesando un desierto terrible y no sabes qué va a sacar Dios de todo esto. Sin embargo, él conoce todos tus pasos, conoce tu dolor y está ahí en todo tu sufrimiento, y, a través de esa situación, te hará una nueva persona, con la capacidad de enfrentar y ayudar a otros a través de esa experiencia. Nada pasa por casualidad.
“Cuando vas a un hospital, es cuando descubres el valor de la salud. Cuando visitas una cárcel, te das cuenta de que no hay nada más hermoso que la libertad. Y cuando miras un cementerio, es cuando entiendes que el mejor regalo que tienes hoy se llama vida ”.
Si crees que tu problema es mayor y que nadie en el mundo sufre más que tú, piensa en la vida de quienes te rodean. Verá que no es el único que está luchando, sino que todos corremos esta carrera todos los días (1 Pedro 4: 12-13).
El problema por el que estás pasando ahora no es más grande que Dios, e incluso si no lo entiendes, el Señor tiene el control de esa situación. Cuando está en silencio, no significa que no esté trabajando. ¡Todo lo contrario! Es en esos momentos donde Él te sostiene y te da consuelo.
Él está ahí en medio de tu proceso. Es Él quien sana todas tus heridas y te levanta del suelo; y como el oro, Dios te está puliendo y sacando lo mejor de ti. Si tienes que llorar, hazlo, ¡hasta Jesús lo hizo! Y si vas a colapsar, déjalo en los brazos de tu Creador (Mateo 28:20).